Dos meses largos sin aparecer por aquí. Como se puede ver, he dejado a un lado las locuras del triatlón y las carreras de larga distancia. Realmente necesitaba una pausa. Una pausa para encontrarme a mi mismo después de todo lo que me ocurrió tras la Maratón de Zaragoza.
Una temporada mala, la peor de mí vida, en lo personal y en lo deportivo.
Por suerte, todo salió bien, costó pero pasó. Y en lo deportivo, necesitaba parar. Parar y volver a empezar. El Ironman fue una experiencia inolvidable que siempre contaré a mis futuros hijos y nietos. Algo que llevaré siempre en mi cabeza y de lo que me siento muy orgulloso.
Y la verdad es que cuando terminas un Ironman pueden sucederte dos cosas. La primera, que te enganche y quieras hacer muchos más y la segunda, que es la mía, que lo dejes. Esto puede pasar por varias razones. Que te queme todo el entrenamiento que eso conlleva y lo aborrezcas o que descubras una vida que antes no tenías. Y entonces encuentras otro sentido a tu vida, descubres otras prioridades, ilusiones y otros retos si caben más importantes que finalizar una carrera. Por supuesto que soy inmensamente feliz por acabar el Ironman de Lanzarote. No vamos a quitarle ahora importancia a eso. Pero dedicarte solo a eso hará que en el fondo te sientas VACÍO. El reto ahora es diferente y estoy luchando por ello.
¡QUIERO SER FELIZ!
Y puedo decir que lo soy, que tengo por delante unos objetivos y unos sueños que voy a cumplir con mi chica, Esther. Le debo mucho, demasiado, ella me enseño a ser mejor y me puso en su sitio cuando tuvo que hacerlo. Me hizo pensar en mí y en ella. Y por esto siempre le estaré agradecido.
Y este reto lo tenemos los dos. Lo compartimos porque los dos buscamos el mismo fin. Y lo mejor de todo, me apoya en todo. Tanto que hasta se ha iniciado en el running. Que de esto ahora os cuento, porque la señorita tiene también lo suyo.
Un día se levantó y me dijo. Igual me compro unas zapatillas y me pongo a correr. Cuando me lo dijo me pareció perfecto. Ese día supe que lo que se propusiese lo conseguiría.
El primer día que salimos aguantamos 300 metros. El segundo ya nos fuimos al kilómetro y al quinto ya estaba haciendo 7 km. Tiene cualidades físicas pero la cabeza le puede a veces.
Se propuso hacer la carrera de la mujer y le fue muy bien. Después la San Silvestre y de nuevo sin problemas.
Y entonces llego el calentón. - ¡ A que hago la Media de Madrid ! jajajajaja. Si si, mucha risa pero a mi me entro esa frase en la cabeza y ya no se escapo. Le apunté a traición, preparamos un planning semanal para ir lo mejor preparados posible y lo comenzamos.
Pero vinieron los primeros problemas. Mal tiempo para salir a entrenar, agobios por crear esa "obligación" y en definitiva entrenar muy poco para lo que queríamos hacer.
Así que un día me dijo; - No voy a seguir el planning. Cuando me apetezca salir saldré a correr y si llego bien y sino también. Y la verdad es que era la frase que necesitaba oír entonces. No disfrutaba corriendo y entrenando y así no se llega a ninguna parte. Podrás hacer muchas pruebas, colgarte muchas medallas pero si no disfrutas, todo queda en nada.
Por lo tanto, fueron pasando los días, entrenamientos en el gimnasio, alguna salida de no más de 8 km y nos presentamos a finales de Marzo en la fuente de la Cibeles con nuestro dorsal de la Media.
El objetivo estaba clara. Hasta donde lleguemos. Intentar disfrutar de Madrid y de una Media Maratón que no es moco de pavo.
Comenzó la prueba, Borja, Esther y yo en medio de 22.000 personas por las calles de la capital.
Ritmo suave, sin fatigarnos y sin desgastarnos que hasta el kilómetro 9 es subida. Ella con su música, concentrada, Borja a por su marca personal y yo pensando en la palabras que debía decirle en cuanto comenzase a flojear.
Llegamos al kilómetro 5. Primer avituallamiento. Todo va bien aunque se le empieza a hacer largo. Cree que lleva más kilómetros y se desmoraliza un poco. Intento animarla, lo consigo.
Empieza a quejarse de los gemelos. Llevamos 9 y ya estamos en el punto más alto del recorrido. Teóricamente, ya solo es bajar. El problema es que "bajar" consiste en correr 12 kilómetros más.
Y es aquí donde se viene abajo. Se le acaba la batería del Ipod y me suelta así como el que no quiere la cosa una frase muy dulce. - Cariñico, no voy a poder.
Ahora comienza mi carrera. En ese momento tengo el reto de llevar a Esther a meta y hacerlo de la mejor manera posible. Animarle, ayudarle y decirle las palabras exactas que hagan que no se paré y deje todo. Y así vamos restando kilómetros. Nos presentamos en el 11 y no ha parado de momento.
Es aquí donde vuelve a ver una cuesta muy empinada y decide subirla andando. No pasa nada, vamos muy bien de tiempo y el objetivo es terminar. Lleva los gemelos muy cargados, nunca ha corrido más de 10 km y empieza a notarlo. Eso y que el desnivel de Madrid es importante y esto hace que sea una de las medias más duras del país.
Volvemos a bajar y empezamos a correr de nuevo, pasamos a gente que antes no habían pasado y esto le sube la moral.
14, 15.... los kilómetros van pasando. No puede más pero estamos muy cerca. Tenemos el retiro a un cinco minutos y eso es ver la linea de meta muy cerca.
La gente te aplaude, te anima a que no dejes de correr y te recuerda que lo imposible solo tarda un poco más en llegar.
Cojo botellas del avituallamiento para ir dándole agua poco a poco y cuando ella la pida. Por su cabeza ya no pasa el no voy a poder de antes. Solo piensa en que va a llegar. Encaramos las dos últimas rectas. La subida del retiro, que es la mas empinada de todo el recorrido, la hacemos andando y pasamos a gente que intenta correr. Es aquí donde se empieza a dar cuenta que ya lo tiene.
Olé sus hue....
Entramos en el parque del retiro y nos encontramos con Borja que nos ha esperado a un lado de la meta para ver nuestra llegada. Siempre confió en ella y nos espero un buen rato. Creo que confió más que ella en sus posibilidades.
Llegada a meta, la cruzamos de la mano y levantamos los brazos. Hemos ganado. Aquí no hay perdedores. Solo por intentarlo ya eres un ganador. Nos hemos demostrado de nuevo que querer es poder. Ha cumplido su reto, la Media de Madrid y yo el mío, ser feliz con ella.
Una temporada mala, la peor de mí vida, en lo personal y en lo deportivo.
Por suerte, todo salió bien, costó pero pasó. Y en lo deportivo, necesitaba parar. Parar y volver a empezar. El Ironman fue una experiencia inolvidable que siempre contaré a mis futuros hijos y nietos. Algo que llevaré siempre en mi cabeza y de lo que me siento muy orgulloso.
Y la verdad es que cuando terminas un Ironman pueden sucederte dos cosas. La primera, que te enganche y quieras hacer muchos más y la segunda, que es la mía, que lo dejes. Esto puede pasar por varias razones. Que te queme todo el entrenamiento que eso conlleva y lo aborrezcas o que descubras una vida que antes no tenías. Y entonces encuentras otro sentido a tu vida, descubres otras prioridades, ilusiones y otros retos si caben más importantes que finalizar una carrera. Por supuesto que soy inmensamente feliz por acabar el Ironman de Lanzarote. No vamos a quitarle ahora importancia a eso. Pero dedicarte solo a eso hará que en el fondo te sientas VACÍO. El reto ahora es diferente y estoy luchando por ello.
¡QUIERO SER FELIZ!
Y puedo decir que lo soy, que tengo por delante unos objetivos y unos sueños que voy a cumplir con mi chica, Esther. Le debo mucho, demasiado, ella me enseño a ser mejor y me puso en su sitio cuando tuvo que hacerlo. Me hizo pensar en mí y en ella. Y por esto siempre le estaré agradecido.
Y este reto lo tenemos los dos. Lo compartimos porque los dos buscamos el mismo fin. Y lo mejor de todo, me apoya en todo. Tanto que hasta se ha iniciado en el running. Que de esto ahora os cuento, porque la señorita tiene también lo suyo.
Un día se levantó y me dijo. Igual me compro unas zapatillas y me pongo a correr. Cuando me lo dijo me pareció perfecto. Ese día supe que lo que se propusiese lo conseguiría.
El primer día que salimos aguantamos 300 metros. El segundo ya nos fuimos al kilómetro y al quinto ya estaba haciendo 7 km. Tiene cualidades físicas pero la cabeza le puede a veces.
Se propuso hacer la carrera de la mujer y le fue muy bien. Después la San Silvestre y de nuevo sin problemas.
Y entonces llego el calentón. - ¡ A que hago la Media de Madrid ! jajajajaja. Si si, mucha risa pero a mi me entro esa frase en la cabeza y ya no se escapo. Le apunté a traición, preparamos un planning semanal para ir lo mejor preparados posible y lo comenzamos.
Pero vinieron los primeros problemas. Mal tiempo para salir a entrenar, agobios por crear esa "obligación" y en definitiva entrenar muy poco para lo que queríamos hacer.
Así que un día me dijo; - No voy a seguir el planning. Cuando me apetezca salir saldré a correr y si llego bien y sino también. Y la verdad es que era la frase que necesitaba oír entonces. No disfrutaba corriendo y entrenando y así no se llega a ninguna parte. Podrás hacer muchas pruebas, colgarte muchas medallas pero si no disfrutas, todo queda en nada.
Por lo tanto, fueron pasando los días, entrenamientos en el gimnasio, alguna salida de no más de 8 km y nos presentamos a finales de Marzo en la fuente de la Cibeles con nuestro dorsal de la Media.
El objetivo estaba clara. Hasta donde lleguemos. Intentar disfrutar de Madrid y de una Media Maratón que no es moco de pavo.
Comenzó la prueba, Borja, Esther y yo en medio de 22.000 personas por las calles de la capital.
Ritmo suave, sin fatigarnos y sin desgastarnos que hasta el kilómetro 9 es subida. Ella con su música, concentrada, Borja a por su marca personal y yo pensando en la palabras que debía decirle en cuanto comenzase a flojear.
Llegamos al kilómetro 5. Primer avituallamiento. Todo va bien aunque se le empieza a hacer largo. Cree que lleva más kilómetros y se desmoraliza un poco. Intento animarla, lo consigo.
Empieza a quejarse de los gemelos. Llevamos 9 y ya estamos en el punto más alto del recorrido. Teóricamente, ya solo es bajar. El problema es que "bajar" consiste en correr 12 kilómetros más.
Y es aquí donde se viene abajo. Se le acaba la batería del Ipod y me suelta así como el que no quiere la cosa una frase muy dulce. - Cariñico, no voy a poder.
Ahora comienza mi carrera. En ese momento tengo el reto de llevar a Esther a meta y hacerlo de la mejor manera posible. Animarle, ayudarle y decirle las palabras exactas que hagan que no se paré y deje todo. Y así vamos restando kilómetros. Nos presentamos en el 11 y no ha parado de momento.
Es aquí donde vuelve a ver una cuesta muy empinada y decide subirla andando. No pasa nada, vamos muy bien de tiempo y el objetivo es terminar. Lleva los gemelos muy cargados, nunca ha corrido más de 10 km y empieza a notarlo. Eso y que el desnivel de Madrid es importante y esto hace que sea una de las medias más duras del país.
Volvemos a bajar y empezamos a correr de nuevo, pasamos a gente que antes no habían pasado y esto le sube la moral.
14, 15.... los kilómetros van pasando. No puede más pero estamos muy cerca. Tenemos el retiro a un cinco minutos y eso es ver la linea de meta muy cerca.
La gente te aplaude, te anima a que no dejes de correr y te recuerda que lo imposible solo tarda un poco más en llegar.
Cojo botellas del avituallamiento para ir dándole agua poco a poco y cuando ella la pida. Por su cabeza ya no pasa el no voy a poder de antes. Solo piensa en que va a llegar. Encaramos las dos últimas rectas. La subida del retiro, que es la mas empinada de todo el recorrido, la hacemos andando y pasamos a gente que intenta correr. Es aquí donde se empieza a dar cuenta que ya lo tiene.
Olé sus hue....
Entramos en el parque del retiro y nos encontramos con Borja que nos ha esperado a un lado de la meta para ver nuestra llegada. Siempre confió en ella y nos espero un buen rato. Creo que confió más que ella en sus posibilidades.
Llegada a meta, la cruzamos de la mano y levantamos los brazos. Hemos ganado. Aquí no hay perdedores. Solo por intentarlo ya eres un ganador. Nos hemos demostrado de nuevo que querer es poder. Ha cumplido su reto, la Media de Madrid y yo el mío, ser feliz con ella.

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